No nos resistimos a una visita al condado de Lancaster para conocer los famosos puentes cubiertos de madera y las granjas de los Amish. Alquilamos un coche y nos dirigimos al estado de Pensilvania (colindante con el de Nueva York) en donde un numeroso grupo de Amish vive apartado de la modernidad.
Los buggies (carros) están presentes durante todo nuestro viaje. Algunos de ellos no están ocupados por Amish, sólo transportan turistas que pagan por el paseo. La ruta está rodeada de tiendas de comestibles en donde los Amish se abastecen y venden sus productos. Es en estos lugares donde es más fácil toparse con una familia numerosa de este grupo. Los productos elaborados por ellos están muy cotizados porque tienen fama de ser artesanos y de buena calidad; aunque sorprende que hayan huido de todos los avances de la ciencia pero que no rechacen el uso de los transgénicos en sus cultivos.
En la zona hay réplicas de sus granjas y de sus casas pero son simplemente eso; réplicas. Si quieres ver las reales, te interesa adentrarte por las granjas y distinguirás sus casas por la gran cantidad de ropa tendida ya que no usan lavadora ni secadora.
En una de estas incursiones nos pareció distinguir a lo lejos un campanario. Tomamos rumbo hacia lo que pensábamos sería una iglesia y al llegar descubrimos que era una pequeña escuela. En su interior una jovencísima mujer (no creo que tuviera más de 17 años) ordenaba y limpiaba la clase. La joven contestó a algunas de nuestras preguntas con timidez pero con amabilidad. Nos enteramos que ella era la profesora y que estaba preparando el aula para el día siguiente. Le pedimos permiso para hacer unas fotos y entonces se alteró un poco pero nos dejó hacer algunas fotos de la clase.
Después de “perseguir” a los Amish durante un día completo (ya que se esconden de la mirada de los curiosos) nos fuimos a pasear por los puentes de madera cubiertos que se hicieron famosos con la película “Los Puentes de Madison”, de Clint Eastwood. Los puentes están situados en parajes tranquilos y bellos con casas diseminadas que no pertenecen a los Amish (lo sé porque no hay ropa tendida). Nos cruzamos con una señora que limpiaba de hojas la entrada de su casa. Después de preguntarnos de dónde éramos nos dijo: ¿Dios está en vuestro corazón? No estaba preparada para algo así. Yo esperaba una conversación trivial sobre el tiempo. Pero recordé que Pensilvania es un estado muy religioso y seguí la conversación como pude.
Durante el regreso a Nueva York permació en mí la sensación de vivir en el pasado a pesar de llevar como fondo musical un GPS que repetía constantemente “recalculando, recalculando…”
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