Un paseo por Central Park un día soleado de Enero es un lujo que hay que aprovechar. Los newyorkers se mezclan con los turistas en los cientos de rincones por los que pasamos. Pero hay una pista que hace que los distingas. ¿La indumentaria, la pose, el ritmo? No. Cuando avistan un mapache los turistas se acercan a él con candidez y le hacen carantoñas; en cambio los newyorkers corren despavoridos en dirección contraria y lo más lejos posible del ¿inocente animal? Las razones de este desdén la encontramos en el cartel que está unos metros más adelante. El problema es que ya han acariciado y alimentado a nuestro "racoon" con la inocencia del que no conoce que los mapaches pueden morder sobre todo cuando tienen hambre y con esta mordedura pueden transmitir la rabia ya que como indica el cartel muchos de los ejemplares de Central Park la padecen.
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